
Cómo reconocernos... nunca un hotel cinco estrellas o un chárter para contingentes, o una recorrida por “eso que hay que ver” en cada país. Siempre mochila cargada de expectativas y pocos pesos, ojos y oídos atentos a los otros; los viajeros somos como una especie de investigadores sociales sin título académico, curiosos de la cotidianeidad de los pueblos, de lo singular, nos atrevemos a buscar detrás de los escenarios armados para los turistas, nunca un shopping, siempre el arte o las artesanías locales, nunca un restaurante internacional (tampoco llevamos dinero para eso) siempre la comida típica... Definitivamente tratamos de meternos bajo la piel y hurgamos en los rincones desafiando, incluso, los idiomas que no conocemos.
Esto siempre es fuente de aprendizaje y de reflexión, es pura nutrición para la existencia.
El turista saca fotos y las mira en casa, los caminantes desarrollamos un sentido particular y las fotos se nos quedan fijadas muy adentro, son esas fotos de la geografía humana que nos mantiene viva la esperanza y nos hace pensar que todavía los cambios son posibles.
Bolivia, enero de 2004
Varios caminantes nos encontramos en el Salar de Uyuni, compartimos paisaje, refugio, alimentos y sobre todo el placer de estar con otros que comparten un mismo universo simbólico aunque los códigos difieran (castellano, alemán, italiano, holandés, suizo) De tanto compartir decidimos seguir juntos un tiempito, y llegaron Potosí y La Paz. Los ojos se llenaron de horizonte, de colores, de historia y también de asombro y dolor frente a los chicos que nos rodearon para cantar una tonada y pasar la gorra después, ¿pintoresco? O ¿ataque a los derechos básicos de los niños? Pedían con dignidad, a cambio de un “trabajo” previo, ¿es digno trabajar para subsistir cuando alguien tiene 5 o’ 6 años?
Esta dialéctica pobreza / riqueza, derechos / obligaciones, los de arriba / los de abajo, parece dilemática y no llega a ninguna síntesis.
¿Por qué?, ¿por qué sucede esto? se preguntó un caminante de apenas 18 años, un adolescente que conocí en tierras bolivianas. ¿Por el sólo hecho de nacer en Suiza soy un privilegiado?, ¿es sólo cuestión de azar?
Esta reflexión personal hecha en voz alta se convirtió en una discusión muy enriquecedora entre nueve personas, dos latinoamericanas y siete europeas.
Los ojos europeos se llenaron de una pobreza que no conocían sino en teoría, a través de datos estadísticos o de algún programa de televisión; los nuestros incorporaron algo más de lo conocido, de lo que nos es común –pero no por común naturalizado- en nuestra realidad cotidiana.
Si por un momento olvido que esto sucedió en Bolivia, que yo estaba viajando en otra latitud y a otra altitud, el paisaje humano que nos rodeó allí también es argentino, y peruano y ecuatoriano y brasileño y...
Un denominador común, un dolor que nos atraviesa cuando caminamos un poco por el mundo, el de la pobreza de los más pobres, de los chicos que en su realidad concreta de existencia tienen prohibido el juego que permite soñar y crecer, la risa espontánea, la despreocupación de esa edad donde la fantasía debe poblar cada momento.
Esta tierra americana que fue promesa de vida para tantos millones de inmigrantes, ¿es posible que se convierta en trampa sin salida para sus propios hijos?.
Pelusa Aquino
No hay comentarios:
Publicar un comentario