
Vivimos el mundo y los tiempos más complejos que ha conocido la Historia de la Humanidad. No tanto por la “vida inmediata” a la que nos sometemos, consecuencia de una tecnología que lejos de estar a nuestro servicio, nos somete por inmersión, como por un síntoma o dolor que ya es seña de identidad de nuestro momento.
Uno de los fracasos del ser humano de actual, quizás el más alejado de una fórmula acertada de solución, tiene como causa primera la distancia que vamos tomando respecto a la Verdad. Ésta, en muchas disciplinas, en muchos de los ámbitos del conocimiento, no vive en el presente, no se lee en los diarios digitales, no aparece en Internet.
Venimos cambiando filosofía y estudio por google e Internet. Optamos por la velocidad de la banda ancha frente al poso del tiempo, de la maduración y del entendimiento. Somos ciudadanos de barniz, de una ligera capa de sentido común que se muestra suficiente para el tiempo que vivimos. Hemos perdido las referencias sólidas que nos hagan entender lo complejo de un tiempo y un mundo al que ya no domina el Hombre.
Este verano pasado llovió mucho, muchísimo, en Pakistán. La ONU nos estremecía cada día con datos sobrecogedores, miles de muertos, millones de desplazados. Sin lugar a dudas la mayor catástrofe natural que recuerdan aquellas tierras.
El Presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, lanzó un dramático llamamiento a la comunidad internacional en busca de una movilización global de ayuda. Quién sabe si esperaba una respuesta de la magnitud de la que meses atrás sorprendió a casi todos en Haití.
Sorprendentemente la ayuda no llegó como se esperaba. Los analistas políticos y sociales buscaban respuestas en las dificultades propias de la crisis, en la falta de fondos internacionales, o en cuestiones de alto calado geoestratégico de difícil comprensión para la sociedad media.
Conversando sobre esto con un grupo de amigos uno de ellos expuso un razonamiento sencillo y directo. Como sacado de un barniz de sentido común, encontraba otra explicación: “Occidente está de vacaciones”.
El eco vacío de “s.o.s.” pakistaní saturaba primeras páginas de diarios, abría las noticias de las tres y de las nueve. El comentario de mi amigo se tornó en pregunta personal, ¿será realmente que occidente está de vacaciones? ¿Puede ser “solamente” eso? ¿Habrá algo más?
Una de las bondades maravillosas de la “fiera tecnológica del siglo XXI” es que la opinión pública puede ser pública, puede ser libre, puede brotar al tiempo que se suceden los acontecimientos. Vuelta a los comentarios de las noticias, vuelta a Internet, vuelta a los foros abiertos. Leyendo entre las líneas de posiciones vehementes, de comentarios en ocasiones exagerados y no exentos de cierta violencia verbal, me pareció ver brillar de entre el barniz todavía fresco, algo de la luz de la verdad.
¿Y Oriente? ¿Estaba también de vacaciones?
En aquellos foros improvisados de Internet, el español medio se preguntaba algo y se lo respondía a sí mismo. ¿Dónde están los países orientales, árabes, asiáticos … cuando se producen este tipo de situaciones? ¿cómo ayudan y cómo apoyan los gobiernos, muchos de ellos multimillonarios, de estas regiones del mundo cuando el dolor llama a la puerta de una humanidad global en forma de tragedia?
Por las circunstancias geofísicas de la tierra, por casualidad, o por condiciones y preparación, las grandes catástrofes naturales o no castigan en Occidente, o no castigan como en el resto del planeta.
Clama occidente por la crisis, claman economías antes poderosas traspasadas ahora por la espada del déficit, del paro, de la línea del umbral de la pobreza… Y al tiempo claman las gentes de occidente, y sus entidades sociales en un grito de demanda a sus gobiernos para que no cancelen, cercenen o reduzcan las ayudas a la cooperación internacional.
Occidente es caprichoso, maquiavélico, interesado, manipulador… pero al tiempo, generoso en sus personas, comprometido en sus organizaciones sociales, en sus ONG´s, exigente ante sus gobiernos. ¿Y Oriente?, ¿Se moviliza?, ¿existe ese eco social responsable?
El barniz no me deja ver con claridad y me pregunto: ¿qué distingue a las dos civilizaciones? ¿qué las diferencia?
Se agolpan muchas preguntas que no sé responder. Preguntas para las que creo tener una idea clara y formada, pero débil en su argumentación.
¿Tendrá algo que ver en este universo de diferencias el pensamiento cristiano, origen de la cultura occidental? ¿Pudiera ser el actual movimiento social laico de ONGS y compromisos de estado la encarnación en nuestro tiempo de la misión cristiana?
¿Estamos más cerca de lo que pensamos, los “comprometidos” del siglo XXI, de una perspectiva cristiana de la ayuda al prójimo? ¿Va a resultar que en este ámbito el laicismo anticlerical bebe de las mismas fuentes que las doctrinas a las que a menudo desprecia?
Incapaz de responder, porque también yo soy barniz, pido ayuda, busco a quien sabe, y pregunto… Te animo a que lo hagas. El mundo no puede “parar” porque Occidente esté de Vacaciones… ¿Qué habría pasado si en lugar de llover en julio, hubiera llovido en febrero? ¿Qué habría pasado si en lugar de llover en Pakistán, hubiera llovido en Ecuador?
Ramón Pinna Prieto
Asociación Achalay España
Asociación Achalay España
No hay comentarios:
Publicar un comentario