lunes, 15 de abril de 2013

De conejos, duendes e identidades

Entre una declaración de principios y una charla de café (si es que no es lo mismo), entre Delfina, Fernando y Marcela. Septiembre 2002.


El propósito de este trabajo es reflexionar acerca de practicas y vivencias particulares que llevamos a cabo, desde hace varios años, en un Centro de Día y distintos talleres de capacitación laboras destinados a niño/as y adolescentes en situación de calle.


La Asociación civil C.H.I.C.O.S. se crea hace diez años y se plantea como uno de sus objetivo evitar la internación como paso obligado en el abordaje institucional de chicos en 
situación de calle, es decir que tanto el paradigma como las practicas que se desarrollan desde entonces, corresponden a un modelo alternativo.


Entendemos que las estrategias de trabajo no son estáticas sino que su diseño es construido a partir de la confrontación de estas con las necesidades y requerimientos propios de los cambios en la problemática. Nuestra forma de concebir el trabajo, la voluntad de los actores de participar del proyecto y el rol del adolescente como “sujeto” de la capacitación facilitarán la consolidación de identidades capaces de resignificar sus historias personales, familiares y sociales; y desde ahí, solo desde ahí, poder pensarse (proyectarse) en otro lugar dentro de la sociedad.

Es un espacio de encuentro desde donde trabajamos intentando tomar conciencia de las proyecciones que los otros hacen sobre nosotros y el impacto que esto nos produce en relación a nuestra propia historia.

En este aspecto (la convivencia) (la elección de trabajar compartiendo la vida cotidiana) implica poner en juego, por parte de todos los actores que participan, elementos subjetivos y personales que poco tienen que ver con la asepsia del medico o el terapeuta. Creemos importante destacar que en este compartir, en esta elección de la cotidianeidad como espacio de intercambio y encuentro, en tanto sostenemos roles, funciones y lugares diferentes, desestimamos el miedo a fundirse en la relación con el otro.

Es cierto que nuestra practica se desenvuelve sobre un filo problemático en relación al modo en que pensamos la intervención con los chicos. Esta fluctúa permanentemente entre la cercanía, la cooperación, el juego, la solidaridad, a la vez que tratamos de no caer en complicidades poco operativas y hasta devastadoras.

Este intento constante de desarrollar la capacidad de ponernos en la piel del otro nos lleva a no condenar ciertas practicas de los chicos, pero también nos negamos a naturalizarlas de ningún modo.

Creemos importante poder desdramatizar estas experiencias, quitarles el peso moral que poseen como pecado o crimen y de este modo desestabilizar ciertos rasgos propios de los discursos sociales que los atraviesan. Según los cuales los únicos destinos posibles serían los institutos cerrados, reformatorios, cárceles o la muerte. Nuestras acciones tienden a instalar el futuro como una opción posible. Nuestro duende es la esperanza.

Es importante resaltar la contradicción poco develada del “deber ser” del niño de la calle” que se considera a sí mismo como “rebelde” , pero, a la vez es “obediente” con respecto al lugar social que se le asigna.

La instalación de algunos rituales tienen que ver con la posibilidad de deconstruir estos mitos sociales que sobre ellos recaen y con los que, indefectiblemente, terminan identificándose.

La sociedad les devuelve como espejo que son “feos, sucios y malos”, con tanta regularidad que los niños interiorizan estas miradas negativas. La construcción de espacios lúdicos y recreativos donde puedan expresar la ternura y alegría que los constituyen, les posibilita perder el temor a poder descubrirse, mostrar y mostrarse las sensibilidades y fragilidades que les son propias.

Muchas de las actividades que se realizan están orientadas a estimular la construcción de sueños y fantasías. Es muy común por ejemplo que los niños manifiesten que en el futuro desean ser grandes músicos o poetas.

Los rituales nos dan cuenta de la tramitación de los cambios de estado y son fundantes del transcurso del tiempo. Por ejemplo cada año al terminar con el Torneo Anual de Fútbol se le entrega a cada participante una medalla y un diploma que aparte de tener su nombre enumera la cantidad de goles convertidos, en cuantas oportunidades se destacó como mejor compañero, arquero, defensor o jugador.

Otro ejemplo se remite a la finalización de la capacitación en alguno de los talleres, el participante que egresa es despedido por sus compañeros y coordinadores con un juego improvisado en donde todos le demuestran y dedican algo personal. En el taller de serigrafía se realizó un sorteo con papelitos donde estaban anotados partes de su cuerpo, quien sacaba un papelito decidía que hacer con esa parte del cuerpo que le tocaba, hubo quien le dio la mano, le hablo a su codo, le corto un rulo y así: un delirio, un delirio productor de sentido.

También somos muy cuidadosos de festejar siempre la primera vez que alguien hace algo, elogiar el primer dibujo, primer trabajo en madera, primer cumpleaños compartido con nosotros. En la medida de lo posible intentamos dejar registro de estas instancias: fotos, escritos, videos. Otras inscripciones.

Dentro del Centro de Día, todos nos llamamos por el nombre, no esta permitido que los chicos utilicen para dirigirse entre ellos sobrenombres, calificativos despectivos, se insulten o agredan físicamente. Cuando esto ocurre, además de invitarlos a conversar sobre lo sucedido, los niños deben pedirse disculpas antes de reanudar sus actividades. Este ritual en apariencia nimio y poco acorde a las legalidades que rigen en la calle, constituye una posible actualización dirigida a comenzar a referenciarse como agente de la reparación del daño. Propiciamos la palabra como herramienta predilecta en la resolución de conflictos.

Pensamos que formamos parte de una institución alternativa en oposición a lo que podría ser entendido como institución total, entendiendo a éstas como lugares en donde todas las resoluciones tiene un carácter monolítico, donde los referentes institucionales se presentan ante los beneficiarios como los poseedores de todas las respuestas y soluciones y donde se adopta una actitud paternalista que no permite interferencias. Esta relación ilusoria suele ser la mas cómoda para ambos. Lejos de estas comodidades y sin temerle a nuestras contradicciones y errores, pensamos que toda intervención es parcial, limitada a la elección, a la actuación del otro. Como el psicoanálisis bien ya ha demostrado solamente se puede acceder a la dimensión de sujeto deseante cuando se posibilita el encuentro con un otro barrado, imperfecto, no total.

Pensamos la atención como personalizada y personalizante. Concebimos una practica que poco tiene que ver con tácticas y manejo de grupos.

Todos los días al llegar o irse del Centro de Día se pone un especial énfasis con respecto al saludo, aparte de saludarse con la mano o un beso, el ¿cómo estas? va con dedicatoria por así decirlo. El saludo tiene siempre pegado el nombre, el tiempo compartido, el conocimiento mutuo, no es en absoluto un acto complaciente y descomprometido.

En este sentido, la nuestra es una practica donde se mezclan los afectos, donde hay lugar para la pasión, donde se establecen relaciones personales muy intensas, que lejos de constituirse en un obstáculo para la tarea, la posibilitan. Existen “ondas” que si bien deben ser analizadas, pueden ser muy operativas en el marco de la convivencia. En muchas oportunidades los chicos piden hablar con alguno de nosotros en particular, no necesariamente de problemas o conflictos típicos de la problemática, sino que puede tratarse de cuestiones que en apariencia no tienen que ver con nuestra función, con la tarea común. Aparecen relatos sobre elecciones amorosas, futuros quiméricos, proyectos ambiciosos y otras “intimidades”. En este aparente sin sentido, en este aparente corrimiento, estamos comenzando a centrarnos sobre un eje posible, sobre el eje que elegimos... comenzar a ubicarse en otro lugar y a proyectarse en el futuro.

Posteriormente habrá que hacer lugar a la dura tarea de confrontar el mundo de lo posible, el de las potencialidades, con el de las escasísimas oportunidades que el sistema nos ofrece a TODOS, no solo a ELLOS. De la perversidad de culpabilizarlos a la oportunidad de encontrarse en el problema del otro.

Los Talleres de capacitación laboral no solamente están orientados a que aprendan un oficio. Aparte de la tarea en si, el acento se encuentra puesto fundamentalmente en fomentar pautas de convivencia y colaboración, basados en valores de solidaridad y compañerismo. Creemos que estas experiencias también los constituyen y hacen marca. Luego de haber concluido su capacitación, los adolescentes y jóvenes se enfrentan a las dificultades propias de la inserción en un mercado laboral empobrecido y excluyente, en este sentido, nuestra intención se encuentra orientada a que luego de haber transitado por los espacios de los Talleres ellos hayan descubierto la dimensión de sus posibilidades, que puedan pensarse como poseedores de un saber. “saben que pueden”

Nuestro conejo es la dignidad, única causa, único motor o elemento generador necesario de la indignación, que proporciona la fuerza para dar un salto, un golpe de timón.

Marcela, Delfina y Fernando

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