El propósito de este trabajo es reflexionar acerca de practicas y
vivencias particulares que llevamos a cabo, desde hace varios años, en un Centro
de Día y distintos talleres de capacitación laboras destinados a niño/as y
adolescentes en situación de calle.
La Asociación civil C.H.I.C.O.S. se crea hace diez años y
se plantea como uno de sus objetivo evitar la internación como paso obligado en
el abordaje institucional de chicos en
situación de calle, es decir que tanto el paradigma como
las practicas que se desarrollan desde entonces, corresponden a un modelo
alternativo.
Entendemos que las estrategias de trabajo no son estáticas
sino que su diseño es construido a partir de la confrontación de estas con las
necesidades y requerimientos propios de los cambios en la problemática. Nuestra
forma de concebir el trabajo, la voluntad de los actores de participar del
proyecto y el rol del adolescente como “sujeto” de la capacitación facilitarán
la consolidación de identidades capaces de resignificar sus historias
personales, familiares y sociales; y desde ahí, solo desde ahí, poder pensarse
(proyectarse) en otro lugar dentro de la sociedad.
Es un espacio de encuentro desde donde trabajamos
intentando tomar conciencia de las proyecciones que los otros hacen sobre
nosotros y el impacto que esto nos produce en relación a nuestra propia
historia.
En este aspecto (la convivencia) (la elección de trabajar
compartiendo la vida cotidiana) implica poner en juego, por parte de todos los
actores que participan, elementos subjetivos y personales que poco tienen que
ver con la asepsia del medico o el terapeuta. Creemos importante destacar que en
este compartir, en esta elección de la cotidianeidad como espacio de intercambio
y encuentro, en tanto sostenemos roles, funciones y lugares diferentes,
desestimamos el miedo a fundirse en la relación con el otro.
Es cierto que nuestra practica se desenvuelve sobre un filo
problemático en relación al modo en que pensamos la intervención con los chicos.
Esta fluctúa permanentemente entre la cercanía, la cooperación, el juego, la
solidaridad, a la vez que tratamos de no caer en complicidades poco operativas y
hasta devastadoras.
Este intento constante de desarrollar la capacidad de
ponernos en la piel del otro nos lleva a no condenar ciertas practicas de los
chicos, pero también nos negamos a naturalizarlas de ningún modo.
Creemos importante poder desdramatizar estas experiencias,
quitarles el peso moral que poseen como pecado o crimen y de este modo
desestabilizar ciertos rasgos propios de los discursos sociales que los
atraviesan. Según los cuales los únicos destinos posibles serían los institutos
cerrados, reformatorios, cárceles o la muerte. Nuestras acciones tienden a
instalar el futuro como una opción posible. Nuestro duende es la
esperanza.
Es importante resaltar la contradicción poco develada del
“deber ser” del niño de la calle” que se considera a sí mismo como “rebelde” ,
pero, a la vez es “obediente” con respecto al lugar social que se le
asigna.
La instalación de algunos rituales tienen que ver con la
posibilidad de deconstruir estos mitos sociales que sobre ellos recaen y con los
que, indefectiblemente, terminan identificándose.
La sociedad les devuelve como espejo que son “feos, sucios
y malos”, con tanta regularidad que los niños interiorizan estas miradas
negativas. La construcción de espacios lúdicos y recreativos donde puedan
expresar la ternura y alegría que los constituyen, les posibilita perder el
temor a poder descubrirse, mostrar y mostrarse las sensibilidades y fragilidades
que les son propias.
Muchas de las actividades que se realizan están orientadas
a estimular la construcción de sueños y fantasías. Es muy común por ejemplo que
los niños manifiesten que en el futuro desean ser grandes músicos o
poetas.
Los rituales nos dan cuenta de la tramitación de los
cambios de estado y son fundantes del transcurso del tiempo. Por ejemplo cada
año al terminar con el Torneo Anual de Fútbol se le entrega a cada participante
una medalla y un diploma que aparte de tener su nombre enumera la cantidad de
goles convertidos, en cuantas oportunidades se destacó como mejor compañero,
arquero, defensor o jugador.
Otro ejemplo se remite a la finalización de la capacitación
en alguno de los talleres, el participante que egresa es despedido por sus
compañeros y coordinadores con un juego improvisado en donde todos le demuestran
y dedican algo personal. En el taller de serigrafía se realizó un sorteo con
papelitos donde estaban anotados partes de su cuerpo, quien sacaba un papelito
decidía que hacer con esa parte del cuerpo que le tocaba, hubo quien le dio la
mano, le hablo a su codo, le corto un rulo y así: un delirio, un delirio
productor de sentido.
También somos muy cuidadosos de festejar siempre la primera
vez que alguien hace algo, elogiar el primer dibujo, primer trabajo en madera,
primer cumpleaños compartido con nosotros. En la medida de lo posible intentamos
dejar registro de estas instancias: fotos, escritos, videos. Otras
inscripciones.
Dentro del Centro de Día, todos nos llamamos por el nombre,
no esta permitido que los chicos utilicen para dirigirse entre ellos
sobrenombres, calificativos despectivos, se insulten o agredan físicamente.
Cuando esto ocurre, además de invitarlos a conversar sobre lo sucedido, los
niños deben pedirse disculpas antes de reanudar sus actividades. Este ritual en
apariencia nimio y poco acorde a las legalidades que rigen en la calle,
constituye una posible actualización dirigida a comenzar a referenciarse como
agente de la reparación del daño. Propiciamos la palabra como herramienta
predilecta en la resolución de conflictos.
Pensamos que formamos parte de una institución alternativa
en oposición a lo que podría ser entendido como institución total, entendiendo a
éstas como lugares en donde todas las resoluciones tiene un carácter monolítico,
donde los referentes institucionales se presentan ante los beneficiarios como
los poseedores de todas las respuestas y soluciones y donde se adopta una
actitud paternalista que no permite interferencias. Esta relación ilusoria suele
ser la mas cómoda para ambos. Lejos de estas comodidades y sin temerle a
nuestras contradicciones y errores, pensamos que toda intervención es parcial,
limitada a la elección, a la actuación del otro. Como el psicoanálisis bien ya
ha demostrado solamente se puede acceder a la dimensión de sujeto deseante
cuando se posibilita el encuentro con un otro barrado, imperfecto, no
total.
Pensamos la atención como personalizada y personalizante.
Concebimos una practica que poco tiene que ver con tácticas y manejo de
grupos.
Todos los días al llegar o irse del Centro de Día se pone
un especial énfasis con respecto al saludo, aparte de saludarse con la mano o un
beso, el ¿cómo estas? va con dedicatoria por así decirlo. El saludo tiene
siempre pegado el nombre, el tiempo compartido, el conocimiento mutuo, no es en
absoluto un acto complaciente y descomprometido.
En este sentido, la nuestra es una practica donde se
mezclan los afectos, donde hay lugar para la pasión, donde se establecen
relaciones personales muy intensas, que lejos de constituirse en un obstáculo
para la tarea, la posibilitan. Existen “ondas” que si bien deben ser analizadas,
pueden ser muy operativas en el marco de la convivencia. En muchas oportunidades
los chicos piden hablar con alguno de nosotros en particular, no necesariamente
de problemas o conflictos típicos de la problemática, sino que puede tratarse de
cuestiones que en apariencia no tienen que ver con nuestra función, con la tarea
común. Aparecen relatos sobre elecciones amorosas, futuros quiméricos, proyectos
ambiciosos y otras “intimidades”. En este aparente sin sentido, en este aparente
corrimiento, estamos comenzando a centrarnos sobre un eje posible, sobre el eje
que elegimos... comenzar a ubicarse en otro lugar y a proyectarse en el
futuro.
Posteriormente habrá que hacer lugar a la dura tarea de
confrontar el mundo de lo posible, el de las potencialidades, con el de las
escasísimas oportunidades que el sistema nos ofrece a TODOS, no solo a ELLOS. De
la perversidad de culpabilizarlos a la oportunidad de encontrarse en el problema
del otro.
Los Talleres de capacitación laboral no solamente están
orientados a que aprendan un oficio. Aparte de la tarea en si, el acento se
encuentra puesto fundamentalmente en fomentar pautas de convivencia y
colaboración, basados en valores de solidaridad y compañerismo. Creemos que
estas experiencias también los constituyen y hacen marca. Luego de haber
concluido su capacitación, los adolescentes y jóvenes se enfrentan a las
dificultades propias de la inserción en un mercado laboral empobrecido y
excluyente, en este sentido, nuestra intención se encuentra orientada a que
luego de haber transitado por los espacios de los Talleres ellos hayan
descubierto la dimensión de sus posibilidades, que puedan pensarse como
poseedores de un saber. “saben que pueden”
Nuestro conejo es la dignidad, única causa, único motor o
elemento generador necesario de la indignación, que proporciona la fuerza para
dar un salto, un golpe de timón.
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Marcela, Delfina y Fernando |
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