lunes, 15 de noviembre de 2010

¿Qué cobra un voluntario?


¿Parece una pregunta absurda?

Intentémoslo de otro modo…¿qué recibe un voluntario a cambio de lo que da? No hay respuesta.

Mejor dicho, no hay una única respuesta. Existen tantas como voluntarios en el mundo. Pues la respuesta está en la experiencia de cada uno. En lo que uno decidió dar y lo que esa actitud y entrega le llenó.

En esta reflexión sobre ser voluntaria me doy cuenta que el inevitable punto de partida es la afirmación de que es absolutamente imposible dar lo que no se tiene. No podemos poner paz en un conflicto, pelea o enfado…si en nuestro interior no hay calma y sosiego. Tampoco podemos transmitir alegría, cuando la tristeza y el “todo gris” nos invade. Pensadlo un momento: ¿alguien enfadado os ha dado paz? Y alguien triste, ¿alegría?

Mi experiencia de voluntara se resume en esta única premisa: dar lo que tengo.

¿Y qué es lo que puedo dar? ¿Qué es lo que tengo? Por supuesto, ha dependido, depende y dependerá (porque el que es voluntario alguna vez, lo es para siempre) de la época, la edad y el momento vital.

En cada uno de ellos he podido dar diferentes cosas: tiempo, escucha, dinero, ideas, palabras, manos, paz ... Es una cuestión de conocerse, de reconocer los carismas, limitaciones, dones… Cuando conoces el contenido de tu interior, tu semilla…sabes que dará fruto. Pero tiene que salir a la luz, que le de el sol, ¡hay que mojarse!

Por supuesto que aparecen los miedos, la pereza, el cansancio, las apetencias… pero es parte del camino. No tendría el mismo valor si no nos supusiera esfuerzo. Es así como se crece: mirando metas más lejanas y colinas más altas. En mi caso, como creyente, me acuerdo -en esos momentos de sombra- de Jesús, que se retiraba a descansar, a orar solo, a cenar con sus amigos… Como hombre, él también tenía que darse un respiro, descansar y superar miedos. Que los tuvo, claro que sí. El era Jesús, hombre.

Estar con chavales en San Blas al salir del trabajo, cada viernes, me reportó una gran dosis de otra realidad muy importante (sobre todo cuando nos vemos sumergidos en el mundo de la empresa, de los objetivos y los beneficios). Vivir en Guatemala tres meses, con los indígenas, o en una de las ciudades de centroamérica más violentas, me llenó de esperanza para creer que otro mundo es posible y que la paz es el camino. Sin agua potable y muchas noches sin luz. Pero todos los días me dormía sonriente. ¿Magia?

Organizar un cuentacuentos benéfico, cenas solidarias en casa, o poner precio a los kilómetros de una maratón…dieron un fruto económico importante. Pero sobre todo lo que ese dinero transformó en Argentina, y lo que esos eventos pudieron transformar en las personas que participaron y fueron solidarios va más allá.

Ramón me pedía 10 o 12 líneas y a mi –será deformación profesional o que me cuesta resumir algo tan importante- pero me han salido muchas más. Os las dejo para que las leáis, o no; las penséis, disfrutéis o critiquéis; os sirvan o quizá no os aporten nada nuevo. Cualquier cosa es válida. Porque estas palabras que voluntariamente escribo y voluntariamente os envío, son hoy el fruto de lo que tengo dentro. Y llegarán al interior de cada uno según sea su momento, de búsqueda o de reencuentro, o de despedida. Lo importante es que la semilla está plantada. Quizá yo, o alguno de vosotros que esté leyendo estas palabras, nos sorprendamos de sus frutos.

Hasta pronto!

"A nadie le faltan fuerzas; lo que a muchos les falta es voluntad" - Víctor Hugo -

Texto: Beatriz Ontañón Nasarre

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