lunes, 1 de abril de 2013

Desafiando la Profecía: la posibilidad de la institución

Habitualmente el ámbito para el desarrollo de un niño es su familia. El espacio elegido para la recreación, su barrio. La escuela concentra el lugar de muchos de los aprendizajes, pero… cuando las costumbres y las prácticas son de otra índole… cuando el niño se excluye o es descartado por estos diseños sociales e institucionales …aparecen en escena otras instituciones. Esas son las que nos perturban, es decir, las que se ocupan de niños que se desenvuelven en otros espacios. Para decirlo sin eufemismos: la calle. Prematuro lugar de proveedor, sostén y soporte de otras historias de vida.

El uso y las costumbres, entre otras cosas, le impone tareas preconcebidas y fijas a una institución. Son las instituciones para las buenas costumbres, en las que se consuma la costumbre de instituir y de fustigar.

Pero algunas veces… la institución resiste y puede también ser una posibilidad, posibilidad de hacer costumbre el acto radical y transformador de desafiar la profecía.

El propósito de este trabajo es reflexionar acerca de prácticas y vivencias particulares que llevamos a cabo, desde hace varios años, en un Centro de Día y distintos talleres de capacitación laboral destinados a niño/as y adolescentes en situación de calle. Al mismo tiempo intentaremos mencionar algunas síntesis operativas y conceptuales a las que arribamos y que nos han sido útiles para desentrañar la complejidad de la realidad con la que trabajamos. Sin duda el diseño de nuestras intervenciones, nuestras dudas, avances y retrocesos, está anclado en esta complejidad, en los saberes que se van construyendo y en la encarnadura individual que esos saberes adoptan. También queremos señalar que los que trabajamos en estos espacios estamos absolutamente comprometidos con una fuerte voluntad de transformación de las diversas legalidades que definen la construcción de un modelo institucional.

Acerca de la institución

Una breve historia

Este grupo comienza su conformación en el año 1989 a partir del Programa “La Casa”, iniciativa del gobierno municipal. En el año 1992 el equipo Técnico de este programa, decide abrir la experiencia desarrollada convocando a la comunidad a participar en la gestión del proyecto y así se conforma la Asociación Civil C.H.I.C.O.S.. La convicción que tanto el Estado como la Sociedad Civil deben tener injerencia concurrente en esta cruel realidad, nos ha acompañado y sostenido desde el inicio en la construcción de esta institución. Desde entonces esta gestión asociada entre organismo gubernamental y asociación civil ha pasado por diversos grados de aceptación y confluencia, como también por grandes momentos de desencuentro y confrontación. Nuestra sostenida presencia en el ámbito de las instituciones vinculadas a la niñez y adolescencia promotoras de políticas públicas, nos ha permitido ampliar nuestra comprensión sobre la diversidad de infancias que conviven en nuestra ciudad. Tanto el estado municipal como las organizaciones no gubernamentales hemos trabajado intensamente a la par, minimizando la clásica confrontación y desconfianza que caracteriza la relación entre ambas instituciones.

Sin embargo, debemos dejar constancia de los efectos de ciertos desencuentros. Uno de ellos tuvo una gravitación muy importante en el rediseño de la institución. En enero del 2001, por decisión de los entonces funcionarios municipales, el Centro de Día para chicos y chicas en situación de calle ubicado en la zona céntrica de nuestra ciudad es trasladado a un pequeño inmueble muy alejado del radio en el que se mueven los chicos. Esta nueva ubicación nos hace pensar en una suerte de ocultamiento, en un ocultamiento de doble carácter; por un lado del proyecto en sí mismo, dado que si bien dependía de organismos del estado, había comenzado a construir un universo propio que, por estrechez político-institucional, fue visto con malos ojos y por el otro, la molestia que los llamados “chicos y chicas en situación de calle” producen en la ciudad como la cara insoportable de lo que somos capaces de crear.

De todos modos creemos que esta discusión acerca de las responsabilidades y acciones conjuntas reviste una importancia mayúscula. Historiar y analizar esta tensión- tarea necesaria y urgente-, ayudaría a dilucidar los roles que cada institución debe cumplir en una sociedad que puede y debe pensarse a sí misma. Es fundamental entonces comprender que estos enlace se vinculan directamente con el destino de la institución, en tanto repercuten generando modificaciones en la metodología, fortaleciendo o desarticulando ejes de acción, como así también cambios políticos y sociales más generales. Finalmente, es debatir de qué modo una sociedad puede hacerse cargo de la multiplicidad de sus conflictos y sus efectos tanto individuales como grupales.

Ante los conflictos optamos por definir una actitud grupal, basada en lo que dicta nuestra experiencia, nuestros soportes teóricos y nuestro posicionamiento ante la vida. Componentes que instauran nuestro compromiso, ese compromiso que hace que trabajemos día a día poniendo en juego toda nuestra disponibilidad humana.

En estas actitudes, en estos momentos de aparente soledad, casi al desamparo del Estado fuimos encontrando en el grupo la fuerza, la consistencia necesaria para forjar una nueva identidad, un nuevo estilo de institución.

Al igual que los chicos, cuando pudimos dejar de actuar para o contra quienes trababan nuestro hacer, descubrimos el placer de hacer esto que realmente nos satisface; crear, construir, inventar todos los días nuevas formas para esquivar el destino. Los chicos con los que trabajamos fueron parte de la construcción de esta nueva forma, es decir, lucharon para construir una institución diferente. En ese proceso fuimos visualizando la factibilidad de romper con la inercia, con el destino, con lo inevitable. Esta refundación institucional, nos permitió, a su vez, la posibilidad de inaugurar otras formas de la subjetividad, tanto en los chicos como en nosotros. En ellas intentamos reconocer nuevas posibilidades. En nuestra institución, eso que llamamos la posibilidad, tomó una forma concreta: una casa para CHICOS en la zona céntrica. Este aporte significó mucho más que el dinero para comprar la casa, es la certeza de tener un lugar propio para continuar en el intento y en la insistencia de este camino.

Este hecho trajo aparejado un incremento en la visibilidad de la institución lo cual propició el fortalecimiento de la misma.

Acerca de la profecía

Los niños y adolescentes pobres tienen su destino señalado y lo saben. Su tránsito y experiencias en la calle, los trabajos que allí realizan y el alejamiento de sus familias generan innumerables conflictos y no hacen más que confirmar diariamente el destino que se les ha fijado. Estas experiencias son consideradas de alto riesgo, y como tal, enhebran no solo la identidad de los sujetos intervinientes, sino también la de la sociedad.
Creemos importante poder desdramatizar estas experiencias, en el sentido de quitarles el peso moral que poseen como pecado o crimen y de este modo desnaturalizar rasgos propios de los discursos sociales que los atraviesan. Según los cuales los únicos destinos posibles serían los institutos cerrados, reformatorios, cárceles o la muerte.

El desafío entonces también incluye el esfuerzo de revertir estas creencias generalizadas a partir de lo que les fue negado, pero también apostar a una construcción que instaure el saber y la palabra como herramientas capaces de generar transformaciones.

En general las personas y las instituciones que trabajan en este ámbito llevan sobre sí preceptos de salvación y protección de la niñez, (alguna vez alguien tendrá que hacer también la historia de la beneficencia en la Argentina) los cuales disocian, parcializan y diluyen aspectos significativos y constitutivos de la problemática. Sabemos que nuestra práctica se desenvuelve sobre ese filo problemático en relación al modo en que pensamos el encuentro con los chicos. Este fluctúa permanentemente entre la cercanía, la cooperación, el juego, la solidaridad, a la vez que tratamos de no caer en complicidades poco operativas y hasta devastadoras.

Las prácticas realizadas tradicionalmente niegan por completo la trama cultural y social donde se inscriben sus realidades cotidianas. La dificultad se encontraría entonces, en la posibilidad de situarnos en un espacio más acotado, pero no por eso menos perturbador, desde donde no esperamos resolver “todo” con nuestras intervenciones, ni siquiera “resolver” algo... y tal vez , “solo” crear un vinculo, acercarse, escuchar y lo mas difícil de todo: habilitar el espacio para que el niño hable.

En este sentido, nuestra práctica se define en un tejido enigmático y complejo, en el que se combinan los afectos, donde hay lugar para la pasión, donde se establecen relaciones personales muy intensas, que lejos de constituirse en un obstáculo para la tarea, en más de un caso, la posibilitan.

Podríamos afirmar que constituimos una institución alternativa en oposición a lo que podría ser entendido como institución total, en tanto éstas se erigen como lugares en las cuales todas las resoluciones tienen un fuerte carácter monolítico, donde los referentes institucionales se presentan ante los "beneficiarios" como los poseedores de todas las respuestas y soluciones y en donde se adopta una actitud paternalista que no permite interferencias. Esta relación ilusoria suele ser la mas cómoda para ambos. Pretendemos estar lejos de comodidades. Pero es necesario también señalar que la metodología de intervención cambia y está inscripta en la reunión que inevitablemente se produce entre los diversos universos normativos.

En ese sentido toda institución debe saber que se encontrará con legalidades muy contrapuestas, que de aceptarlas, la misma tarea institucional correría peligro. Esta es la paradoja y el desafío más espinoso que atraviesan este tipo de organizaciones, a saber, no aceptar la legalidad de la calle, al mismo tiempo saber que su función es recibir sujetos que se rigen por ellas y sobre los cuales se decide no ejercer un sistema represivo, pero tampoco puede naturalizar la prevalescencia de esa legalidad. En el medio de estas complicaciones, de esa singularidad institucional se debate el sentido y la responsabilidad de los que participamos en ella.

Hemos elegido trabajar compartiendo la vida cotidiana. Sabemos que esto significa retirarse de la asepsia médica o terapéutica. Pero en este compartir, en esta elección de la cotidianeidad como espacio de intercambio y encuentro, en tanto sostenemos roles, funciones y lugares diferentes, nos hemos esforzado por evitar la disolución de las individualidades.

Acerca de la posibilidad

A lo largo de la historia de la institución hemos transitado por diferentes modelos y criterios de abordaje. Citamos (textual) a continuación el texto que escribiéramos en 1992, al momento de cerrar el clásico hogar de puertas abiertas y abrir el Centro de Día.

La idea inicial fue trabajar con los llamados "operadores de calle" que derivasen a un centro niños y niñas en situación de calle. El objetivo que se planteaba era evitar el riesgo que implica el trabajo callejero de los niños sustituyéndolo por la creación de unidades productivas familiares. (Mayo 1989)

El trabajo de los operadores pone en contacto al equipo con la población de los chicos de la calle; ante la carencia de instituciones que abordaran esta problemática, que supone una situación de riesgo mayor, un grupo de miembros del equipo plantea hacerse cargo de la misma. Se inicia la experiencia con la creación de un espacio de trabajo diurno que nos permite realizar los primeros contactos con niños que, habiendo roto el vínculo familiar, adoptan como hábitat la calle y desarrollan en ella distintas conductas de alto riesgo. (Enero 1990).

En el trabajo con los niños observábamos progresos que veíamos desmoronarse ante la falta de contención durante la noche. Dado que las únicas instituciones destinadas a la "atención" de estos niños, eran Policía de Menores y un instituto cerrado de características penitenciarias, resolvimos en Julio de 1990 la creación de una propuesta de convivencia para “chicos de la calle”. (Parque Oeste)
En él se trabajaba con un sistema de puertas abiertas donde los niños concurrían voluntariamente y no eran objeto de penalidades si resolvían dejar la institución.

En un comienzo, este espacio concentraba todas las actividades de los niños: recreativas, laborales, terapéuticas, educativas, etc. Paulatinamente se realiza una apertura tendiente a la inserción social de los mismos; en lo educativo, concurriendo a las escuelas de la zona, y en lo laboral, participando de las actividades de distintos espacios municipales mediante un sistema de becas.

La institución recibía un grupo de cincuenta menores, constituyéndose una población estable de doce, con quienes se mantiene un trabajo continuo durante dos años. Al cabo de este proceso, los jóvenes van resolviendo sus situaciones y se produce el egreso de diez de ellos.

El equipo en este momento (Agosto 1992) evalúa su práctica y resuelve modificar su metodología de trabajo atendiendo a los siguientes ítems:

Es preciso crear un espacio intermedio entre el trabajo de calle y la restitución de la convivencia del menor, ya sea en su familia o en hogares. (Centro de Día. Se concreta en Septiembre/93)

Se considera necesario ampliar la población a la que se da respuesta, no quedando la tarea acotada a un grupo reducido.

Durante este período surgen, por iniciativa de grupos religiosos, algunos hogares que aceptan trabajar con chicos de la calle.

Resulta indispensable una combinación eficaz entre los distintos grupos que trabajan con la problemática a fin de complementarse y brindar una atención más orgánica. (Parte del equipo interactúa con Hoprome, Dios es Amor, Comunidad Toba, Departamento de la Juventud, durante 1992/93).

Se encuentra conveniente construir un centro de producción propio (comenzando a fines de 1992 en el espacio donde funcionaba el hogar).

El equipo elabora entonces un programa que contempla las siguientes instancias:
  • Trabajo de Calle.
  • Centro de Día.
  • Centro de Organización del Trabajo.
  • Relaciones con otras instituciones.
A partir de ese momento los cambios en el modelo de abordaje pasan por los dispositivos que se implementan en cada uno de estos espacios.

Debido al recorte de esta presentación mencionaremos brevemente algunos de ellos:
  • Inicialmente el espacio del Centro de Día concentraba en un único tiempo todas las tareas de atención integral: alimentación, higiene, recreación, atención terapéutica, etc. Los miembros del equipo técnico eran los encargados de generar actividades artísticas o recreativas según los recursos con los que contasen.
  • Posteriormente se incorporó una tallerista que desarrolló un Taller de Circo, con una frecuencia de dos encuentros semanales. Esa resultaba la propuesta ordenadora del resto de las actividades recreativas.
  • Nos resultó conveniente diversificar la oferta de actividades y al año siguiente definimos la incorporación de otros talleristas. Si bien los talleres podían tener vinculo entre sí no eran pensados como espacios que se integrasen y retroalimentasen.
  • Durante unos años sostuvimos los mismos talleres. En el convencimiento de que determinadas tareas eran beneficiosas para los chicos y que paulatinamente se irían interesando por las propuestas aunque inicialmente no a todos los motivasen las mismas actividades. Muchos de estos talleres estaban muy ligados a la producción de objetos, al desarrollo de habilidades motrices, rudimentarios oficios. La necesidad de un producto que posibilitase la significación.
  • En la actualidad los talleres son pensados por términos más acotados. La elección obedece a nuestros análisis, a los pedidos de los chicos y a las características que reconocemos en quienes puedan hacerse cargo de los mismos. Aceptamos propuestas de voluntarios y se ha diversificado aún más el espectro de opciones. No pensamos que todos los chicos deban pasar por todos los talleres. Fomentamos la oportunidad de que elijan, que aprendan a fijar por donde quieren transitar. En este momento los talleres se retroalimentan entre sí: la producción del Taller Vivencial puede servir de disparador del Taller de Producción Escrita y sus textos convertirse en guiones de las escenas del Taller de las Historias. Los Talleres de Capacitación Laboral proyectan en conjunto y cada uno de ellos ejecuta lo que le compete. El Taller de Artesanías construye los envases de la Panificación Levavida. El Taller de Serigrafía imprime las remeras del taller de atletismo. Los souvenirs del Taller de las Pequeñas Madres son diseñados por los chicos del Taller de Carpintería y así…
Nos resulta interesante destacar que los cambios que fuimos realizando no tuvieron que ver con que ya no funcionase el modelo anterior. No ha sido el fracaso lo que impulso al cambio. La posibilidad de imaginar otras realidades posibles nos ha permitido ir generando variaciones. La experiencia, su sistematización, las evaluaciones permanentes, el análisis en grupo… estos son los componentes que permiten romper con la lógica que postula “ensayo y error” como la única teoría posible que pueden bosquejar quienes sostienen un trabajo de esta índole.

Atentos a los diversos discursos que hemos ido sosteniendo en el tiempo y las diferentes visiones que nos han interpelado, pensamos en una suerte de patrón que suele repetirse en la trayectoria de los equipos técnicos. La ilusión del comienzo, el desgarramiento que produce el conflicto, y el aprendizaje, el arribo a provisorias síntesis.

Esto no es pensado como una línea ascendente, de progreso continuo. Simplemente son momentos que ilustran una manera de pensar/sentir/hacer.

Si bien creemos que hay experiencias que son intransferibles y que muchos necesitamos comprobar, testear lo aprendido, también sabemos que la sistematización de la práctica y un adecuado encuadre, nos permiten fijar límites y criterios que sirven para regular nuestro furor, nuestro ímpetu por hacer.

Los niños con los que trabajamos y la urgencia de las situaciones por las que son atravesados reclaman de nuestro hacer. Es necesario controlar este reclamo. Estos niños pobres aparecen como DISPONIBLES… cualquiera dispone sobre ellos, los jueces, la gente que opina como deberían criarse, cual seria su mejor destino… La pobreza habilita a que todos efectivicemos una intromisión en sus vidas privadas. Nosotros mismos estamos disponiendo, definiendo en muchos casos su destino… y más allá de ratificar la parcialidad de nuestras intervenciones… cargamos con el peso de esta definición en nuestros hombros. Expropiamos derechos o habilitamos la inscripción de algún futuro posible?.

El futuro no es posible” … ni siquiera un futuro mejor es posible… Qué hacemos con lo inevitable? Cómo apartamos la resignación? En nuestra práctica aparece la solidaridad como estrategia de resistencia en el ámbito cotidiano, desde donde podemos recuperar nuestra emoción, nuestra alegría, el poder de hacer… las ganas de reconstruir… de atar… de volver a ligar… EL pasaje por la emoción les permite a los chicos retirarse de ese determinismo que les es impreso y que ellos también comienzan a creer.

Nos gusta pensar a la institución como un interlocutor que irrumpe en la escena cuando han desaparecido otros, cuando se está ante la dificultad de encontrarse con quienes les cuenten la historia pensándolos como un actor más… Sostener entonces una ley, una palabra… para desde allí habilitarlos a que se apropien de su propia historia. Y, como condición inevitable, que a la vez puedan inscribirla junto a la de otros, a la de sus familias, a las de sus pares, sus grupos de pertenencia.

Acerca del desafío

Uno de los desafíos con los que nos enfrentamos es el de poder mantener la calidad de contacto con los niños ante el sostenido crecimiento de la institución.

Sin duda, nos produce un enorme agobio la estrechez de respuestas ante el crecimiento de la pobreza y ante una realidad tan angustiante, ante esto nos vemos inmersos en esta disyuntiva: la dificultad de trabajar juntos o la urgencia de acompañarnos en el diseño de herramientas que nos permitan operar en estas nuevas realidades. Herramientas y límites que faciliten la sistematización, nuevos dispositivos que respondan a los cambios que se van dando en el contexto dado que la población con la que trabajamos ha cambiado notablemente, en características y magnitud. El gran desafío entonces, consiste en trabajar con 250 chicos, con la misma pasión con la que trabajábamos con 20. De lo contrario correríamos el riesgo de convertirnos en una institución más de las que miden su eficiencia por la cantidad de niños a los que atienden.

Abrirse, ceder, tolerar, acceder sin renunciar, sin replegarse… ceder como condición indispensable para el crecimiento.

Nuestro trabajo se hace en el mientras tanto. Acompañando, no en el sufrimiento, no en el deterioro. Ofreciendo elementos de análisis que les permitan superar la paradoja “la calle es libre”. No hay libertad posible sin lazo social, en la intemperie. Hay que construir un lugar. Un lugar para ellos, para nosotros, es decir, hacer lugar a la posibilidad.




También a la posibilidad de transmitir acerca de nuestros intentos, de nuestras ganas, de la realidad que nos atraviesa y de las herramientas que construimos para luchar contra los molinos de viento... Sabemos que no es posible ganar todas las batallas y que ni siquiera la satisfacción habita en la victoria, quienes apuntan solo a ella, y parafraseando al quijote... “no saben nada de aventuras La nuestra se sigue desplegando aquí... junto a los chicos y a muchos otros que todavía no han renunciado al placer de jugar por jugar... de disfrutar ese “mientras tanto” junto a otros, construyendo cotidianeidades que nos permiten alcanzar la certeza de como nos gustaría vivir...

Marcela Lapenna y Delfina

No hay comentarios:

Publicar un comentario