
(Texto Año 2004)
Ahora quizá se respira mejor, pero hubo un tiempo en el que por estos lares las cosas pintaban difíciles y hubo quiénes tuvieron que abandonar casa, tierra y familia y marchar allende los mares buscando nuevos horizontes para sus sueños, buscando oportunidades y trabajo, buscando la vida que acá se les negaba a estas personas.
Ahora quizá se respira mejor, pero hubo un tiempo en el que por estos lares las cosas pintaban difíciles y hubo quiénes tuvieron que abandonar casa, tierra y familia y marchar allende los mares buscando nuevos horizontes para sus sueños, buscando oportunidades y trabajo, buscando la vida que acá se les negaba a estas personas.
Como las aguas de los ríos que siempre regresan a su cauce, no importa cuan lejos se haya desviado el caudal, acababan por volver a sus pueblos natales, desde Cuba, desde Méjico, desde Argentina, los lugares en los cuales se habían establecido, con mayor o menor fortuna, y al regresar necesitaban demostrar a sus convecinos que habían triunfado, estas personas tenían una peculiar forma de comportarse, desde el famoso "vino para todos" en la tasca del pueblo, pasando por su extravagante forma de vestir, guayaberas y sombreros de paja, y por su potentes y lujosos automóviles.
Los haigas, estos hombres, además, construían lujosas mansiones, con la consabida palmera al frente, pero también fueron benefactores y mecenas, con sus aportaciones se construyeron en los pueblos de Cantabria hospitales, casas consistoriales, escuelas y con su plata se remozaron iglesias, eran los indianos, de ellos apenas queda nada, el recuerdo de alguno en la memoria de los más viejos, placas conmemorativas en las escuelas, y algún monumento, sus mansiones son casi todas hoteles rurales, y pocos saben que el hospital "Marqués de Valdecilla" fue promovido por un indiano, Don Ramón Pelayo.
Sirva este homenaje para los hombres y mujeres que construyeron su vida en América y que nunca dejaron de amar su tierra.
Yolanda Rodríguez Villegas
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