“Amarás la gran ciudad y en ella a los niños descalzos que no quieren ser héroes de la miseria”…palabras de Jaime Sabines, poeta mejicano. La gran ciudad es Medellín, segunda ciudad de Colombia tras Bogotá, la capital, y los niños…miles, 5.000 según cifras oficiales, muchos más en realidad, que, descalzos, y hambrientos, se niegan a aceptar su destino: ser esos pequeños héroes de la miseria, de la pobreza a la que les condena la ciudad.
Medellín es hermosa, es la capital del departamento de Antioquia, el más pujante económicamente de Colombia, está rodeada de verdes montañas, de naturaleza exuberante, y tiene una climatología privilegiada, es llamada “la ciudad de la eterna primavera”…Medellín bien merece una visita: sus parques, sus museos, como el Museo de Antioquia, en el que se encuentran casi todas las obras de Fernando Botero, sí, el de las gordas, su intensa vida cultural, con la Universidad de Antioquia, que en el año 2003 celebró el 200 aniversario de su fundación, sus cines, sus teatros, el festival Internacional de Poesía, el Festival Internacional de Jazz, la semana de Colombia Moda…Medellín, cuya apuesta más fuerte, cuyo mayor potencial es su gente, su apuesta más fuerte es la de sus habitantes, enamorados de su ciudad en su propia desmesura. Víctor Heredia, cantautor argentino, dice de Medellín “eres la luz azul de mi continente”…y sin embargo, ciudad injusta, ciudad violenta, maltratada, peligrosa, la Medellín de “La Virgen de los Sicarios”, la Medellín de “La vendedora de rosas” existe, es…Medellín nace todos los días con la sonrisa de los niños, Medellín tiene el color de la vida, dice la propaganda de su Alcaldía, pero Medellín también muere todos los días, con las amenazas, con los asesinatos, con las desapariciones, muere cada vez que hay un robo, cada vez que se produce un secuestro, cada vez que llega un desplazado por la guerra, cada vez que un niño se ve obligado a vivir en la calle, y es considerado un desechable, alguien que no tiene derecho a nada, ni siquiera a ser visible.
Si decimos Medellín se nos viene una imagen a la cabeza: guerrilla y narcotráfico, las FARC y Pablo Escobar, el narcotraficante que se ofreció a pagar el solito la deuda externa de Colombia, quizá no andemos tan desencaminados, pero en Medellín encontramos muchas otras cosas, la alternativa a la violencia: “frente al saqueo, la destrucción, el abandono, sólo nos queda una salida: la paz”, son palabras de un premio Nobel colombiano, García Márquez, y él sabe muy bien de lo que habla …sólo la paz, la no-violencia, la apuesta por la educación, la cultura y la libertad, es lo que puede sacar a Colombia de la larga guerra en la que se haya sumida. En este contexto bélico trabajan muchas organizaciones humanitarias: con mujeres, con niños, con desplazados, asociaciones barriales, de atención social, educativas…una de estas organizaciones es COMBOS, Comunidades Educativas de Base, una Corporación Educativa en la que he tenido la inmensa suerte de trabajar el año pasado y parte de éste, al frente de la biblioteca.
Combos atiende niños, niñas y jóvenes trabajadores de las calles de Medellín, y también atiende a grupos de mujeres populares. A los niños les ofrece un programa de atención integral, que incluye educación formal y no formal, alimentación, apoyo psicológico, atención médica y odontológica, etc…para lograr la desestimulación del trabajo infantil y la dignificación del trabajo juvenil.
Formando parte del programa de atención integral está la biblioteca, concebida no sólo como la típica biblioteca escolar, en la que los estudiantes y los profesores van en busca del libro de texto para hacer las tareas o preparar las clases, sino pensada más bien como un espacio lúdico, un lugar en el que encontrarse a gusto, jugar, leer, o dibujar, y no siempre en silencio..más que una biblioteca parecía la de Combos un consultorio sentimental, un aula de teatro experimental, una peluquería, o un sitio en que que poder descansar…lo admirable de la biblioteca de Combos es que de ella los niños no querían salir, muchas veces era su refugio de calma, mientras que la calle es su lugar de trabajo, con sus peligros y sus sufrimientos. En Combos se emplea una máxima enunciada por un amigo mío: “a lo efectivo por la afectivo” y así es, el afecto es el pilar de la corporación, cuesta acostumbrase al principio, a mi, al menos, me costó, mirarse a los ojos todas las mañanas, desearse buen día de corazón, abrazarse, besarse, quizá los españoles no lo hacemos tanto, pero funcional , el afecto surte efecto, se siente una mejor y, sin duda, hace sentirse mejor a los demás, los niños lo valoran y responden en igual medida, aunque no fue fácil, yo no siempre estaba dispuesta para el afecto al principio, pero mereció la pena porque los resultados fueron muy hermosos, las sonrisas de los niños de las que hablaba al principio, esas sonrisas que cada día hacen nacer la vida, me llenaban de gozo el alma y hacían que todos los días fueran diferentes, y deseados, sabía que cada día tendría que enfrentarme a un nuevo reto personal, no sólo mi humor, no siempre el mismo, sino también el de mis pequeños usuarios, tan mudable y cambiante como el mío, con la particularidad de que ellos no saben, ni quieren, disimular.
En definitiva, este año ha sido un año de ilusiones, de esperanzas, de aprendizaje y de descubrimiento de nuevos horizontes, personales y profesionales, un año en el que he podido conocer a personas extraordinarias que me han apoyado y acogido con amor, un año en el que he crecido como persona, un año que es la antesala de futuros trabajos, ya concretados, porque cuando se ha tenido la oportunidad de conocer un país como Colombia, una ciudad como Medellín, unos niños como los de Combos,…no se puede olvidar, ….nunca.
Yolanda Rodríguez Villegas
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