
¿Y todos estos chicos? ¿No estarían mejor ayudando en el cuerno de África? ¿Y el dinero de la visita del Papa? ¿no harían mejor en enviarlo para acabar con la hambruna?
"Ojalá” es una palabra árabe que más o menos significa “si Dios quiere”. Ojalá que para acabar con la mayor crisis humanitaria en décadas, fuera suficiente con la presencia en África de unos miles de chiquillos con muchas ganas de ayudar, ojalá. Y ojalá que semejante tragedia se acolchara, aunque fuera en su fase crítica, con setenta millones de euros, ojalá.
Me sorprende que con nuestra formación y nuestros medios, caigamos en “mantras” pobres, simples, huecos, pero que por repetidos convierten las tertulias de cafetería, o red social, en opinión pública.
En esta ocasión, es lo de menos que, una vez más, el dedo entre en el ojo de la Iglesia institucional o de sus movimientos juveniles. Lo realmente preocupante es que mientras todos nos ladeamos y fintamos a la realidad ante la magnitud del problema de África, el problema del mundo en definitiva, interiorizamos argumentos que hoy son éstos y mañana otros de igual calado, argumentos que nos alejan de una solución de la que debemos de ser protagonistas.
Hablamos en estos días de la peor sequía de las últimas décadas y con ella de la peor producción agrícola en años. (en Kenia y Etiopía no ha llovido en un año, en Somalia, en dos). Encontramos una población incapaz de acceder a los escasos alimentos que produce su tierra y que ha perdido por completo su ganado. Los precios de los alimentos a nivel mundial se han disparado en los últimos años (un 250% en estos países) por la irrupción repentina en los mercados de los países BRIC, Brasil, Rusia, India y China con unos niveles de crecimiento y consumo no previstos.
Nos referimos al “Cuerno de África” desde su perspectiva geográfica (cuatro veces España de extensión y dos de población) y no política, no hablamos de países. La crisis, es cierto, supera fronteras y toca distintos países. Países y no países. Naciones que en algún caso no lo son, que carecen de orden y gobierno, dominadas y sangradas por bandas asesinas (Al-Shabbaab) dispuestas a quitarle de la cabeza al más osado la idea de pasar una temporada por allí, o esquilmadas por asquerosos gobiernos corruptos en sí mismos o por intereses terceros.
Un Cuerno de África del que se han marchado, por dos veces en el último cuarto de siglo, los Estados Unidos y donde la ONU no tiene muy claro su papel y su modo de actuación. Un Cuerno de África que no consigue, pobre, un puntito en el Orden del Día de las reuniones del G20, de la UE , de la OCDE , del FMI… ¿Y esto es de ahora? ¿A alguien le sorprende algo de esto? ¿Era cuestión de tiempo? ¿Es cuestión de tiempo que se repita en otra región? El mundo es muy grande…
La crisis humanitaria de África es el espejo en el que el ser humano no se quiere mirar por miedo a verse. Todos somos responsables de lo que allí sucede, por hacer (que no es el caso de la mayoría) o por no hacer (donde sí que podemos vernos todos), por no exigir a quien nos gobierna, por no ser más justos donde podemos, por no ser ejemplo en nuestra vida diaria de un humanismo que de verdad considere por igual a todos.
Y mientras no hagamos nada, mientras no nos unamos y alcemos la voz y el voto, mientras no multipliquemos nuestro esfuerzo en las redes sociales, mientras no entendamos que nuestro mundo, el nuestro personal, también necesita un cambio profundo de expectativas, de objetivos y de compromiso, todos seremos cómplices.
Y sí, es cierto que fueron precisos los servicios públicos de Madrid, como no menos cierto es que lo son cada semana en el fútbol, los toros, las manifestaciones de un tipo o de otro, las acampadas de mes y medio en la puerta del sol, los conciertos de rock, la carreras populares de domingo, los botellones de la plaza del dos de mayo o la celebración de los cien años de la Gran Vía …
Y sí, quizás la Iglesia se podía haber gastado sus cuartos, que también ha invertido en esto de la JMJ algún dinero, en financiar la llegada de ayuda a África. También la Iglesia , tan torpe a veces comunicando, podía haber puesto un poco más de interés en contar que mientras Benedicto XVI cruzaba Serrano con su papamóvil, Cáritas Diocesana, la ONG de la Iglesia en la que ni participo, ni con la que me vinculo, recogía parroquia a parroquia, cesto a cesto por todos los rincones de España, los primeros 1.440.660 euros destinados directamente, y sin intermediación alguna, a los más necesitados del Cuerno de África.
Como dato, y para entender lo que son 1,44 millones de euros, a estas alturas, la ayuda coordinada y comprometida de la Unión Europea en esta crisis humanitaria alcanza los 5,67 millones de euros…
Y sí, quizás estos miles de adolescentes podían haber escogido otro destino para hacer turismo. Su preparación personal y su conocimiento técnico los habría hecho imprescindibles en los campos de refugiados de un lugar donde si vas a ayudar te secuestran y donde si vas a ayudar, y además te cuelgas una crucecita del cuello, como hacen a diario los cientos de misioneros católicos españoles y de otros países, lo más normal es que además del secuestro te apliquen la vía purificadora del martirio del cristiano, el asesinato, vaya.
Y sí, a Madrid vinieron miles de chiquillos ilusionados a complicarnos el tráfico, a colapsar el metro, a llenar bares y restaurantes, a conocer nuestra ciudad, a compartir su alegría, a convivir, a pasar mucho calor, a rezar, a sentir que muchos otros como ellos, sienten y viven lo mismo que ellos. A Madrid vinieron miles de niños y adolescentes a escuchar a un Señor muy mayor decirles que son ellos los primeros llamados a acabar con el dolor y el sufrimiento de sus semejantes.
Quizás sea mejor plan lo que hicieron los millones de chicos que no vinieron a Madrid y que disfrutaron de sus merecidas vacaciones de playita y sol, comiendo en el chiringuito, tomándose sus copitas con el dinero que también les da papá, y llegando a casa a las mil y monas. Como plan resulta atractivo, desde luego, sobre todo por que nadie va a cuestionar a quién lo haga y mucho menos que quién lo haga se olvide de sus hermanos de África…
Tras casi diez años trabajando cada día en Achalay, viajando a conocer las realidades de necesidad, tratando de entender la complejidad de nuestro mundo y peleando por conseguir recursos para los más necesitados, me abruma y me duele escuchar esas frases de tertulia… ¿esos chicos…? ¿ése dinero…? Qué lejos estamos de la solución. Cuánto nos queda por hacer, por decir, por contar para que las cosas tomen otro rumbo, para que los políticos escuchen de veras la voz de la calle, cuando la calle, nosotros, tengamos algo más interesante que decir…
¿Desesperanza? ¡Qué va! Solamente nos queda seguir trabajando.
Imagen: Diario ADN
Ramón Pinna / Presidente Achalay España
No hay comentarios:
Publicar un comentario